Sonambulia, de Julio Ángel Olivares Merino. Bandaàparte Editores. Book Trailer from bandaaparteeditores on Vimeo.
Poco hay más vaporoso y escurridizo a la pluma que una pesadilla, mordaz abstracción del subconsciente que nos advierte de la inmanencia de nuestros demonios interiores. Sonambulia, sin embargo, transmite la evanescencia de la pesadilla con la misma o más facilidad de quien narra materialidad. El autor Julio Ángel Olivares recrea la esencia volátil del mundo onírico y demuestra que la inefabilidad de este termina donde empieza su lenguaje –profuso y de tintes etéreos–, en plena consonancia con lo intangible de las pesadillas de infancia. ¿Con qué sueña un embrión preparto maldito antes de un nacimiento que nunca se producirá? Es precisamente lo que bosqueja Sonambulia entre sugestivos ecos de delicioso regusto macabro.
Ya en Paralelo a tu expirar (2008), libro anterior del autor, se perciben el tono solemne y la grandilocuencia que caracterizan a Sonambulia. Además, por cómo trasciende lo terrenal en dirección a un mundo que a menudo rebasa los límites del conocimiento humano –lo que provoca el consiguiente e intencionado desconcierto momentáneo del lector–, la obra recuerda, en cierta medida, a Pedro Páramo (1955), del mexicano Juan Rulfo: se dota a la palabra de una sonoridad capaz de transmitir inmaterialidad por sí sola, merced a metáforas encadenadas que, más que hechos, evocan sensaciones multidireccionales. Asimismo, por su estilo altísono, que abruma y casi martillea cual canción o poema rimado, tampoco debe resultar descabellado relacionar el libro de Julio Ángel Olivares con Los cantos de Maldoror (1869), conjunto poético atípico y sorprendente del escritor francés Isidore Ducasse (más conocido como el Conde de Lautréamont) que terminó renovando la poesía francesa del siglo XIX.
En definitiva, Sonambulia rezuma un marcado sentido literario de trascendencia, no solo de lo mundanal, en lo que a su propuesta temática –leve pero existente– se refiere; sino también de lo banal, por el estilo tan idiosincrásico e identificativo que proyecta el autor. Personalmente, he disfrutado mucho perdiéndome entre los pasajes magnéticos de la obra, visionando –y temiendo– la concepción de un mundo rotulado por el desamparo, donde la Madre no es sino cubículo de calvario y malignidad; la epifanía final, amargo ‘desagüe’ de toda la angustia canalizada en “Tremens”, “Somnus”, “Bruxa”, “Vestigia”, “Deliria” e “Insomnia”, eleva al lector a una catarsis tan impactante como teñida de gris desde el mismo comienzo del viaje que se nos invita a emprender. Cause o no rechazo al principio por su complejidad temática y, sobre todo, estilística, merece sin duda la pena adentrarse en el ‘vientre’ placenteramente acerbo de Sonambulia, donde nunca antes una pesadilla fue tan mortal".
Álvaro Pina Arrabal
Junio de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario